Es probable que mi pesadilla no hubiera asustado a nadie más. No había nada que gritara y saltase y gritase ¡buuu!. No había zombis ni fantasmas ni psicópatas. En realidad, no había nada, sólo un vaacío, un interminable laberinto de árobles cubiertos de musgo, tan calmo, que el silencio se convertía en una presión incómoda sobre mis oídos. Estaba oscuro, con la luz justa para distinguir que no había nada a la vista. Siempre estoy corriendo a través de la penumbra sin una dirección difinida, busca que te busca. Me pongo más y más frenética a medida que pasa el tiempo e intento moverme más de prisa. Parezco torpe a pesar de la velocidad. Entonces llegaba a aquel punto de mi sueño. Sabía con antelación que iba a llegar a él, pero, a pesar de ello, no era capaz de despertarme antes. Era ese el momento en el que me daba cuenta de que no había nada que buscar, nada que encontrar, que nunca había habido otra cosa que ese bosque vacío y lóbrego y que nunca habría otra cosa para mi...nada de nada
17 ago 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario